EN UNA SILLA DE RUEDAS CAMINA UN NAZARENO

(Para Juan Diego, con un abrazo)

Mañana del Viernes Santo,

en una silla de ruedas

camina un nazareno

con la túnica morada

de Jesús el Nazareno.

Lleva carita de pena

y mirada de humildad;

tiene veintidós años

el buenísimo chaval.

Y le cuelga un escudo

y también un cinturón,

y un amor tan inmenso

a Jesús el Redentor.

Y mira al Nazareno,

y sonríe con bondad,

y le dice muy bajito:

“¿Padre, cuándo me vas a curar?”

Y se fija en su rostro,

que lo tiene ensangrentado,

con la corona de espinas

que en la frente le clavaron.

¡Quién pudiera algún día,

Padre, ser tu costalero,

y llevarte sobre mis hombros

por un camino de espuma;

y hacerte blando el sendero,

y llevarte sobre mis espaldas

por las calles de mi pueblo!

El joven ha sonreído,

y lo mira con ilusión,

y le dice:”Padre mío,

cómo te quiero a ti yo”.

Y piensa también, muy serio,

en su padre natural,

y el cariño que le tiene;

y en el que está en el Cielo

que es su Padre Celestial,

y sueña que algún día

el Señor lo curará.

El joven, que va sufriendo,

suspira con dolor,

y cuando mira al Nazareno

se le parte el corazón.

Y va pasando Jesús

por las calles del pueblo,

y en sus hombros lo llevan

los valientes costaleros.

Un saetero que canta

- y canta con emoción -

le canta esta saeta,

que le sale del corazón:

“¡Padre Jesús Nazareno,

ten piedad y compasión

de este muchacho tan bueno,

y dale tu bendición!

Semana Santa 1997